Carta de la Vero al Aureliano

Carta de la Vero al Aureliano - Leandro Gabilondo

Hola, Aureliano José. Un gusto, aunque sea platónico o desde el sentimiento maravilloso. Soy una muchacha argentina que leyó Cien años de soledad. Cuestión que te escribo desde el otro lado, el siglo XXI, año 2023, más precisamente. No sabés el despelote en el que estamos. Una tortura. Y una esperanza intacta, claro. Porque sin contradicciones no hay esencia.

En fin, quiero que sepas que me voy a tomar el atrevimiento de decirte Aureliano, a secas. Perdón. Me encanta tu nombre. Imagino que, en tu adolescencia, tus amigos del barrio te decían: “¡Ey, llegó el Aure! ¿Qué onda, guachín?” O también, imagino que te decían: “Au”. Así nomás. Es bellísimo que te digan: “Au”. Pensalo, Aureliano. Un monosílabo de una sonoridad tremenda, súper dulce, un disparo sutil y letal.

Pensalo y escuchá cómo suena: “Au”. Sos una onomatopeya tierna, Aureliano. Me fascina. Perdón otra vez, se me va la moto. Ni me presenté. Es la ansiedad. Y el miedo, que es lo mismo pero con otra fama. Me presento: soy Verónica Similitud. Igual vos me podés decir como quieras, no nos conocemos pero siento que sí. Me gusta cuando me pasa eso con alguien. Te decía, en mi pueblo me dicen “La Vero”, “La Vero Similitud”.

Y te estoy escribiendo un domingo lluvioso a la tardecita. Qué atrevida. Perdón. En serio. Seguro estás acurrucado y tapado hasta la cabeza, con una angustia atroz que te supera. Te entiendo, Aureliano. Estuve, y estoy, ahí. ¿Acaso hay alguien que no lo esté? Por eso, sin compromiso, podés leerme mañana. No hay drama. Arranca la semana y el mundo avanza por inercia, es tan cruel que nadie tiene tiempo ni de estar triste. Somos el flash de una foto que nunca se revela. De eso te quería hablar, de la soledad. Vos sabés muy bien de qué se trata, Aureliano. Te escribo para verbalizar lo que me excede. Es una forma de domesticar al miedo, de enfrentarlo, de persuadirlo.

No queda otra. Y me siento la Clarice Lispector cuando escribió: “Tengo miedos muy bobos y un coraje muy absurdo”. Vos, Aureliano, que viviste la guerra en carne propia, necesito que me respondas: ¿fuiste por valentía o por sumisión? ¿Es verdad que el estallido de una bomba en una trinchera se siente como si un horno gigante se estuviese cerrando? Algo así escribió Hemingway en Adiós a las armas. Igual, no importa, cada persona siente del modo que siente. Fijate, como era de esperar en alguien como vos: volviste a Macondo por amor. Desertaste, dirán algunos. Aunque vos volviste por la única razón que se puede volver. Si alguien pega la vuelta por otra razón que no sea el amor: especula. Y vos, Aureliano, ya viste lo que pasa con los especuladores: son gente de negocios, tienen los medios de comunicación. Esa clase de miserables, los que siempre saben a cuánto cotiza el dólar. Vos no, Aureliano, vos sos más genuino que ponerse colorado, que la incomodidad cuando te cantan el cumpleaños feliz. Cómo será, Aureliano, que un fascista te mató de un tiro. Te llenó de plomo los sesos. Así de cobarde, así de siniestro. Pero, ¿sabés qué, Aureliano?

Aunque ellos tengan la pólvora, aunque sean los dueños de la muerte hasta en el realismo mágico, y aunque en nuestro siglo tengan los fierros mediáticos y sean los dueños de la posverdad, vos sabés, Aureliano: lo que nunca tendrán es esto, que alguien les escriba un domingo lluvioso a la tardecita. Es un montón, Aureliano, porque así vivimos, así sentimos lo que nos determina: a base de latidos, de movimientos torpes que nos llenan el pecho, y se genera una correntada que limpia todas las piedras de nuestro río. Perdón, Aureliano, perdón por escribirte un domingo lluvioso a la tardecita. Y perdón por pedirte tanto perdón. Es la ansiedad. Es el miedo.

Ya sé que no nos conocemos, pero te quiero. ¿Se puede querer así? Se puede, Aureliano. Incluso, es necesario. Te quiero porque te comprendo, porque te intuyo.

Desde acá, te abraza la Vero, la Vero Similitud. Ojalá algún día compartamos un asado y tomemos de la misma damajuana. Y por favor, Aureliano, nunca te olvides los versos de la gran Diana Bellessi:

“El corazón
es una achura
que no se vende”.

 

*Relato escrito específicamente para ser leído el domingo 29 de octubre de 2023 en el Teatro Solís de Montevideo. Evento realizado en el marco de Macondo – Gallera poética organizada por la Escuela de Poesía Más acá de los mundos.

Ilustración: Luisa Rivera para Cien años de soledad (Gabriel García Márquez), en la publicación realizada por Literatura Random House.

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