Poesía

Inédito

Tengo fe. Y la predico.
Una fe extraña, torpe,
esporádica, indulgente.
Creo en Eva, en El Diego,
en Gilda, en el Gauchito Gil,
en mi abuela Pichona
y en la fuerza impostergable
de las infancias. Esas figuras,
más otras chucherías
para no tener miedo.

Entonces, recién,
mientras barría la cocina
con un dejo de ansiedad,
me puse a pensar que, tal vez,
algún día mis divinidades
pueden apersonarse para
concederme un deseo único,
sin letra chica ni condiciones,
un deseo exclusivo, intransferible,
la contraseña de mis emociones.

Sé muy bien que,
de puro atolondrado,
les rogaría que me concedan
uno más, un bonus track,
pero no de caprichoso,
sino para equilibrar el peso
de mi vida, la correlación
con el espacio y el tiempo,
ese dilema, esa guerra,
ese espejo, esa multa.

Si me lo aceptan,
si me dan el privilegio,
mi deseo sería simplón, barato,
sin protocolo ni brillo moral:
solo les pediría
que nunca, pero nunca,
me falte el valor
para asumir lo que siento.
Y calma, muchísima calma
para afrontar lo inesperado.

Inédito

Un bebé, con gesto de certeza,
dice: amkgmnbvptfmblkxwm.

Su mamá, asiente con la mirada,
y traduce: quiere una magdalena.

Con mi corazón
me pasa lo mismo,
nunca le entiendo nada,
pero sé muy bien
lo que me quiere decir.

Inédito

Reconocer una persona desde lejos,
y cuando digo desde lejos
digo media cuadra, mínimo,
saliendo del kiosco,
detrás de la tranquera,
en la parada del 92,
en el corazón del monte.
Reconocer una persona desde lejos,
su paso cansino,
el gesto de su cuerpo,
el titilar de sus ojos,
su movimiento calmo
entre la multitud de una vereda
que ya no caminamos más.
Reconocer una persona desde lejos,
no importa la última vez que la vimos,
puede ser hace dos horas o veinte años,
su aura se distingue, se intuye,
allá está, es, siempre es,
dudar un segundo,
pero saber que es.
Reconocer una persona desde lejos
entre el tumulto veraniego
de la costa argentina,
en el baile, en Retiro,
en el corso, en Donostia,
en el barrio, en Plaza de Mayo,
en el parque, en el Monumental.
Reconocer una persona desde lejos
en el vaivén de todos los sentimientos,
en la distancia exacta
que ilumina el fuego del cariño,
del deseo, o de ambos,
que juntos son el espectáculo
de enamorarse y darse cuenta.

Inédito

Miro películas porque puedo.
Miro películas porque la ficción
es la mejor excusa para vivir.
Miro películas porque me hace bien
repetir los hábitos que tenía
cuando estaba enamorado.

Miro películas porque no heredé
departamentos y nunca voy a poder
vivir sin horarios pensando en
cómo hacer una película.
Miro películas porque no soporto
que sólo exista lo que tengo alrededor.

Miro películas porque mirar películas
me sirve para no ir a una fiesta.
Miro películas porque no tengo
otra cosa que hacer.
Miro películas porque recuerdo
ciertas escenas y te quiero abrazar.

Miro películas porque si no tengo
contradicciones me siento un cobarde.
Miro películas porque existió Favio.
Miro películas porque amo el cine argentino.
Miro películas porque el cine no es
el séptimo arte, el cine es todo el arte junto.

Miro películas porque disfruto la literatura,
la política, el movimiento continuo
de la tecnología y el fuego de los corazones.
Miro películas porque celebro que el mundo
siga dándose gustos que nadie le pide.
Miro películas porque quiero evadirme.

Miro películas porque una vez vi una
y ahora busco siempre esa misma.
Miro películas porque me hacen llorar.
Miro películas porque algunas películas
de las personas que sí heredaron
me conmueven un montón.

Miro películas porque me encantaría
que Rossy de Palma sea mi amiga.
Miro películas porque leí
Poética en el Cine, de Cocteau.
Miro películas porque no sé
cómo pagar el alquiler.

Miro películas porque amar es impredecible.
Miro películas porque no tengo ganas de leer.
Miro películas porque tengo tiempo.
Miro películas porque tengo miedo.
Miro películas porque Fito escribió
Dos días en la vida y yo la canto a los gritos.

Miro películas para comentarlas con vos
y me fascina que estemos de acuerdo.
Miro películas porque a pesar
de no haber heredado nada
igual puedo hacer una película
aunque tarde mil años.

Miro películas porque estoy solo.
Miro películas porque considero
que la amistad es la trama perfecta.
Miro películas porque siento
que somos todos los personajes
que necesitan ayuda.

Poema 58 – Creo que nunca me voy a poder comprar una casa

En una entrevista,
Carlos Salvador Bilardo dijo que siempre se preguntó
cómo hacen los ladrones para salir corriendo tan rápido
y no desgarrarse nunca.
La belleza también es una pregunta
que jamás nos hubiéramos hecho.

Poema 44 – Creo que nunca me voy a poder comprar una casa

Creo que nunca me voy a
poder comprar una casa,
saco cuentas al aire
y mi mente recula en silencio,
también pienso que,
en el fondo,
mucho no me importa,
entonces pienso si está
bien sentir indiferencia
por lo que el mundo exige,
y me pregunto por qué
no sé manejar,
y también pienso
que la muchacha que
me gusta tiene un auto,
y alguna que otra vez me lleva,
pero yo en este momento no podría
decir cuál es la marca de su auto,
sé que es oscuro y tiene
un olor que está bueno,
así que otra vez me interpela
la velocidad de lo establecido,
porque los autos me parecen horribles,
son proezas individuales que me aburren,
suelo tenerles miedo y bronca,
y sufro por ese latido inverosímil,
odio ser inútil,
y lo asumo,
y vivo en consecuencia,
pienso en la dignidad del oficio,
en las páginas color hueso,
en los detalles que destaco
y que no sirven para nada,
entonces un poco me avergüenzo,
otro poco me río,
y todo el resto, lucho
contra lo que necesitamos,
contra lo invisible,
contra lo que nos pertenece,
y de nuevo creo que nunca me
voy a poder comprar una casa,
pero siento que el significado de hogar
es la primera vez que nos vimos,
y de nuevo me culpo por no saber manejar,
mirá si algún día hay una emergencia,
pero voy siempre al lado tuyo,
y te miro con las manos en el manubrio,
seria,
hermosa,
revoleando tus ojitos en el retrovisor,
y creo que vamos bien,
aguantá que me fijo.

Poema 28 – Creo que nunca me voy a poder comprar una casa

Uno de los errores graves
de nuestra generación
fue poner a la ironía
en el pedestal de los recursos.
En el brillo de ese puchero
fermentaron podios morales,
intelectuales y sociales.
Nadie se rescató,
calladita,
la frivolidad nos rompió la jeta.
Y acá estamos:
riéndonos de todo,
con una tristeza insoportable.

Poema 7 – Creo que nunca me voy a poder comprar una casa

Casi siempre que voy al chino me pregunto
cómo harán para vivir en una cultura tan distinta,
adaptarse al idioma, a los bombos,
a esta intensidad, a la miseria de TN,
al ritmo de nuestra melancolía crónica.
Admiro esa supervivencia,
es como si a mí me tiraran en un bote,
ahora, con esta llovizna y este frío,
en el medio de tu distancia.
Lo primero que haría es
prender una bengala
y ponerme a llorar.

Poema 45 – Barrio Las Flores

Fracasar fervientemente
en el intento de cabecear la luna,
avanzar a cococho del silencio
cuando se rían de tus puentes,
flotar en la cuneta de tu pueblo
aunque solo ladre un galgo viejo,
sentir lástima, pedir ayuda,
sostener la voz, romper el foco,
soportar un montón de dioses griegos
con la camiseta de Olimpo de Bahía Blanca,
alejarse de las ratas cultas
que se muerden la cola y se mueren,
comprender que el exceso de ironía
siempre es miedo y resentimiento,
valorar la academia, cuidar la amistad,
perder en latín, crecer en paz,
ser peronista sin hacerle caso a nadie
que te explique cómo serlo,
olvidarte de cualquier tipo de gloria
que te arranque el gesto de la infancia,
destruir la parafernalia que exige
la miseria de ser un intelectual,
jugar con agua, respetar el fuego,
tener vergüenza, perder la calma,
pero nunca,
jamás
de los jamases,
escribir
para escritores.

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